- Quiero ir al Bar Nuevo - decía yo enfurruñado - Es mejor que éste.
No recuerdo bien, pero es posible que en la tele del recien abierto bar nuevo estuvieran poniendo Mázinger Z.
No recuerdo bien, pero es posible que en la tele del recien abierto bar nuevo estuvieran poniendo Mázinger Z.
Y tenían Mirinda y Cocacola. En la tasca me entretenían con un vaso Duralex lleno de casera con jugo de limón, que destacaba entre las "cuncas" manchadas de un color rojo casi púrpura.
Y allí había una "máquina del millón". En la tasca solo miraba, apoyado en los "pipotes", junto a mi padre una partida de dominó entre los hombres de la aldea.
- Ya tendrás tiempo - dijo Plácido, mientras, con un golpe seco de la ficha en el hule, cerraba la partida. - Algún día, cuando seas mayor, no quedarán sitios como este más que en los museos.
Y allí había una "máquina del millón". En la tasca solo miraba, apoyado en los "pipotes", junto a mi padre una partida de dominó entre los hombres de la aldea.
- Ya tendrás tiempo - dijo Plácido, mientras, con un golpe seco de la ficha en el hule, cerraba la partida. - Algún día, cuando seas mayor, no quedarán sitios como este más que en los museos.
...Me estoy haciendo mayor.
Visto en: Museo do Pobo Galego - San Domingos de Bonaval - Santiago de Compostela. (via googlemaps y livelocal)
BSO: Sally MacLennane todo un canto al fin de los viejos tiempos junto a la barra (letra)- The Pogues (via songza)
Y la mesa, con su ule a cuadros.
ResponderEliminarY ya no queda Mirinda ni sitios como ese.
ResponderEliminarYo la Mirinda no la llegué a conocer, supe de ella por este corto de Álex de la Iglesia que te recomiendo.
ResponderEliminarUn saludo.
Mientras podamos recordar.
ResponderEliminarLa Mirinda tampoco la llegué a conocer, pero si unos polvos llamados Tang, una mala imitación de la naranjada. Y por supuesto las batallas de Mazinguer con el varón Hasler.
Mal asunto ya contando batallitas.
Yo si me acurdo de la Mirinda y sus chistes.
ResponderEliminarYo recuerdo la Mirinda...las cuncas con vino casero acompañando la empanada sobre los hules, tan fáciles de limpiar que sólo había que pasar un paño húmedo...trás la comida, una taza de café bautizado con aguardiente o una copa de xastreu y roscón, mientras se charlaba y bromeaba sentados en bancos de madera...escuchábamos con interés a nuestros mayores y alguno, de vez en cuando, decía "cuidado que hay ropa tendida"...
ResponderEliminarCuanta razón tenía Plácido!
Que recuerdos de peque, acompañando a mi abuelo que me invitaba a un mosto cada tres bares, llegaba a casa implado,ja,ja.
ResponderEliminarSon buenos recuerdos y además la cantidad de amigos que tenía en cada bar, (presumiendo de nieto).
Aún quedan lugares como estos en pueblos apartados de las grandes ciudades, pero les falta algo, ¿quizás la Mirinda?
Saludos Cordiales
@todos, gracias, veo que algunos hemos tenido experiencias parecidas incluida la Mirinda o el Tang [por cierto uno de los suplicios de mi pandilla era verter una buena dosis de polvo de tang en boca de perdedor de apuesta y despues que bebiera un vaso de agua... Terrible]
ResponderEliminar@josete: La cosa es mucho peor que contar batallitas... me lo he encontrado en un Museo!!!
@chito... mirindas asesinas... muy bueno.
@hola volvoreta... si Plácido tenía mucha razón, la lógica de la aldea es demoledora.
Cousas veredes! ...de decía o outro. La atmosfera de aquellas tascas ya solo se encuentra en pueblos y aldeas,es ensebre y agradable en comparación con una cafeteria sosa. Pertas!
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