Voy a contar la apasionante historia de ese buque. Me van a permitir que en lugar de
"el Galatea" hable de
"la Galatea", porque siempre me ha subyugado que en inglés los barcos sean de género femenino.
Ella nació en Glasgow (Escocia), el 3 de diciembre de 1896.
Su casco era de acero, desplazaba 2757 toneladas, tenía una eslora de 74,87 metros y un palo mayor de 54 metros. Sus 21 velas abarcaban superficie de velas tenía unos 2.800 metros cuadrados. Fue bautizada
Glenlee y fue destinada al transporte de grano, uniendo Gran Bretaña con Australia y Nueva Zelanda.
Dos años después, sus dueños se pasaron al vapor y fue vendida, para seguir haciendo las mismas rutas, a otra compañía que lo rebautizó
Islamount.
Durante la Primera Guerra Mundial fue requisada por la Royal Navy británica para el servicio de control de buques. Al acabar la contienda volvió brevemente a recorrer las rutas hacia el Pacífico Sur. En los 5.000 días de mar desde su botadura, había completado 4 viajes de curcunnavegación, y 16 travesías del Cabo de Hornos.
A finales de 1919 fue adquirida por la Societá Italiana di Navegazione una naviera genovesa que la volvió a bautizar como
Clarastella y quien la dotó de un motor diesel e instalación electrica.
Solo tres años después, en 1922, el Gobierno Español de
Antonio Maura la adquirió,
no sin polémica, por 560.000 pesetas, e invirtió en su transformación para convertirlo en
Buque Escuela de la Armada, 650.000 pesetas en astilleros genoveses y 1.000.000 de pesetas en los astilleros Echevarrieta y Larrinaga de Cádiz.
En 1925 realizó su primer viaje para la formación de oficiales de la Armada, tarea que desempeñó hasta que en 1928 fue sustituido por el
Juan Sebastián Elcano, pasando a convertirse en buque escuela de maniobra para la formación de marineros especialistas.
Dicen que la habitaba el fantasma de un escocés malhumorado que algunas noches vagaba por el buque provocando misteriosos pequeños incendios. Pese a que se demostró que la responsabilidad era de la precaria y antigua instalación eléctrica, la leyenda permaneció durante muchas promociones.
En el verano de 1936 al estallar la Guerra Civil, estaba en alta mar con 49 guardiamarinas y 160 marineros a bordo, no sin peripecias, consiguió llegar al puerto de Ferrol.
Durante la postguerra reanuda su actividad como buque escuela y realiza travesías por el Atlántico y por el Mar del Norte. En una de estas, el 3 de octubre de 1946, le sorprendió una fuerte borrasca con vientos de 175 km/h a la altura de las Azores. Quedó totalmente desarbolado, con la sala de máquinas inundada y una escora de 42º. Pese a ello, y en penoso estado, consiguió recalar en Santa Cruz de Tenerife.
Con el fin reemplazar a nuestra protagonista, el Gobierno ordenó a los astilleros Echavarrieta y Larrinaga de Cádiz, la construcción de una embarcación gemela del Buque Escuela Juan Sebastián Elcano, que llevaría el nombre de Buque Escuela Juan de Austria. El
18 de agosto de 1947 la explosión de la Base de Defensas Submarinas en Cadiz, destruye luna parte significativa de la ciudad, incluidos los astilleros. El trabajo sobre el barco quedó temporalmente detenido. En 1950 Chile aceptó el barco inacabado como parte del pago de las deudas contraídas como consecuencia de la Guerra Civil y el Gobierno Español decidió reparar a Galatea y ponerla de nuevo en funcionamiento.
En 1954 un huracán la alcanzó cerca de Nueva York. Perdió 7 de sus velas y varios miembros de su dotación sufrieron heridas de diversa consideración, pero se mantuvo a flote.
Su último viaje como buque escuela, lo efectuó el 15 de diciembre de 1959. Posteriormente quedó amarrada, en el Arsenal de Ferrol primero y en la Estación Naval de A Graña después, como pontón escuela de maniobra hasta mediados de los 70.
Desde ese momento, las cosas se complicarían para nuestra protagonista. La Marina no se decidía a ordenar su desguace, porque había infinidad de voces que se oponían. Pero
la falta de decisión y el abandono se fue cobrando poco a poco su precio. De Galatea van desapareciendo los portillos de bronce, la placa que adornaba la cámara del comandante, la bomba real de achique, ...
Las ideas se sucedían pero ninguna se llevaba a efecto. Incluso en 1980 el Ministro de Marina llegó a proponer partirla y llevarla al
Lago de la Casa de Campo de Madrid.
En 1984 el almirante Martel Viniegra propuso adaptarlo como centro de comunicaciones de la Expo de Sevilla, amarrado en el Guadalquivir
junto a la Torre del Oro. En 1985 el Galatea se va remolcado de Ferrol hacia Sevilla
Una vez allí todos los proyectos se fueron al traste y con el paso del tiempo l
a estampa era lamentable: los palos ya no estaban en su cubierta, su mascarón desapareció y faltaban muchísimas piezas. Cada vez encontrar un nuevo uso para ella era más difícil porque el tiempo y el vandalismo hicieron que su deterioro y el coste de su reparación aumentara día a día.
En un total estado de abandono en la dársena del Guadalquivir,
al pie del Puente del V Centenario, sufrió dos incendios, uno de los cuales, destruyó la toldilla completamente, fue refugio de mendigos y fue expoliado por coleccionistas y chatarreros, que al robar las válvulas de cobre de los machos del fondo, provocaron su hundimiento, tas lo cual, quedo posado sobre el lecho del río.
La Armada la reflotó y permaneció amarrada en el Muelle del Cemento a la espera de un rápido desguace. Finalmente se decidió su venta en pública subasta y el 31 de marzo se vendió por 8 millones de pesetas de 1992 (cuando 70 años antes su puesta en servicio había costado más de 2 millones). El comprador fue el Clyde Maritime Trust una fundación de su ciudad natal que mediante suscripción popular y fondos públicos y privados fue capaz de presentar e en la subasta y asumir los costes de Galatea y de su costoso traslado a Escocia. El 30 de junio de 1992 Galatea dejó de pertenecer al Patrimonio Español.
El 9 de junio de 1993 tras ser remolcada en un estado lamentable pero
luciendo orgullosa la bandera escocesa durante 1.400 millas a una velocidad de 6 nudos, llegó al dique seco de Clyde (Galsgow) de donde había salido 97 años antes. Poco después, allí mismo, el Lord Provost de Glasgow le devolvió su primer nombre
Glenlee.
Mediante nuevas suscripciones y fondos europeos comenzó su delicada restauración. La Armada Española recuperó los mástiles perdidos y otros elementos y los envió a Escocia. En la Escuela Naval de A Graña (Ferrol) se guarda aún el mascarón de proa que nunca fue devuelto. Se comenta, aunque desconozco la veracidad de la versión, que cuando los nuevos dueños lo reclamaron se les respondió jocosamente que sería devuelto a cambio de Gibraltar.
Tras seis años y una inversión de 2 millones de libras
finalizó el trabajo. La
Glenlee surco otra vez las costas de Escocia en la Tall Ship Race 1999 y
remontó el estuario del Clyde hasta
su actual ubicación.
Allí, como pieza principal del Museo de la Tradiciones Marítimas de Glasgow,
puede ser visitada para escuchar como renovada y orgullosa cuenta la historia de sus siete vidas mientras se balancea en las quietas aguas del puerto que la vio nacer.