Había rehuído visitarlo por estar incluído en la lista de las obras faraónicas hispanas rodeadas de nebulosas contables y políticas. Pero la agenda eligió por mí y desvió a Avilés algo que tenía que haber sido en otro sitio. Supe que no podría dilatar el momento y aproveché las primeras horas del alba para recorrerlo en solitario, mientras el turno de mañana entraba en la cercana acería. Como si de una novia del colegio se tratara recordé ese primer amor inocente por la obra de
Oscar Niemeyer que tuve.
Descubrí a Niemeyer en un libro sobre el proyecto de
Brasilia que, de pequeño, encontré en casa de un familiar que asiduamente visitaba con mis padres. La ingeniería y arquitectura de formas blancas y sinuosas se apoderó de mi y, siempre que regresaba a esa casa, volvía a recorrer el libro de cabo a rabo.
Mi curiosidad infantil inicial evolucionó con la edad la curiosidad hacia el personaje: el comunista que construía catedrales; el proyectista del edificio de la ONU en Nueva York que fue condecorado con el premio Lenin; el genio modesto en sus palabras y orgulloso en sus convicciones..
Recomiendo encarecidamente, para conocerlo, ver la película documental biográfica
"A vida é un sopro"
"La vida es muy fugaz. Es importante ser amable y optimista. Miramos atrás y pensamos si lo que hemos hecho en esta vida ha sido bueno... Cada uno crea su propia historia y sigue adelante. Eso es. No me siento particularmente importante. Lo que creamos no es importante. Somos muy insignificantes."
Terminé el paseo por el Centro Niemeyer de Avilés cuando la gente comenzaba a llegar para el acto al que yo estaba también invitado. Me sumé a la masa mientras recordaba la frase que le dedicó
Pilar del Río:
"Si el mundo no es mejor después de Oscar Niemeyer, él no tiene la culpa, porque su parte está siempre a punto".
Visto en: Centro Niemeyer - Avilés
BSO: Wave - Antonio Carlos Jobim